Fernando Bianculli - Bufones

martes, 5 de agosto de 2008


- “Román: Acá está la revista de Boca campeón. Es para vos, ¡grande maestro!”, le dijo el hombre con cara de fascinación; mientras a unos metros de la escena Hernán Crespo recibía de otras manos un disco compacto con todos sus goles en el seleccionado.
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La anécdota, sucedida un año atrás en una concentración del equipo argentino en el exterior, no involucraba fanáticos decididos a homenajear a los jugadores. Los interlocutores eran periodistas reconocidos…

- “¿Te puedo llamar más tarde a la habitación?”, inquirió el enviado con una sonrisa congelada y un rostro de temor al ridículo por un eventual desplante frente a los testigos en el lobby del hotel.

- “Sí”, le respondió Riquelme, a la carrera, sin detenerse y con sus facciones inmutables. Dos días después, el medio de aquel periodista presentaba en su portada una “entrevista a solas” con el diez de Boca –por entonces, reciente campeón de la Copa Libertadores-, en la que “revelaba” estar “feliz” de vestir la camiseta argentina.

De esa forma, la nota completó el ciclo simbólico que transita la relación entre protagonistas y un sector de la prensa deportiva, en tiempos de competencia degradada. Se trata de un vínculo cómplice, en el que el futbolista –huidizo ante la creciente demanda periodística- pacta “exclusividad” con los adulones que sienten mayor orgullo por la cáscara que el contenido de sus logros. El afán por un instante de la figura en el micrófono o grabador propio puede desatar las estrategias de acercamiento más insólitas y mezcla en el campo de la profesión a periodistas con sujetos desinhibidos, cómicos y movilizados solamente por la conquista de un momento con el ídolo.
.Los bufones, entonces, libran una guerra particular, atravesada por celos incomprensibles para quienes no comparten sus horizontes y gestora de actitudes que golpean la dignidad de la profesión. En esa pugna, se disponen a todo acto de obsecuencia y hasta son capaces de convertirse en cadetes de los propios jugadores. Todo vale para ufanarse después con “primicias” absurdas que alimentan el ego. Al fin y al cabo, sus expectativas se corresponden con la figuración y el cholulismo a la misma velocidad con la que se apartan de la calidad profesional.
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El autor es periodista y licenciado en Ciencias de la Comunicación.