Sergio Barbui - Los bielsistas

martes, 24 de junio de 2008


(*) Por Sergio Barbui


Desde hace casi diez años, en el periodismo apareció una nueva corriente futbolística: los bielsistas. En redacciones donde habitaban menottistas y bilardistas surgió esta tercera posición que agrupó a no pocos colegas que buscaban diferenciarse del antagonismo histórico del fútbol argentino. Ahora ¿Tiene sustento? Particularmente creo que no.

Por empezar, dentro de la cancha, lo de Bielsa no es innovador. Tácticamente toma una idea prestada de lo que fue el genial Ajax de Van Gaal de mediados de los 90. De hecho, en sus escasas entrevistas, Bielsa lo reconoció. Además, en cuanto al juego omite un factor clave del fútbol, como lo es la elaboración. Ningún equipo del rosarino se caracterizó por tener alto vuelo con la pelota, ni siquiera en la Selección donde contó con jugadores para hacerlo.

Se puede decir que sus planteos suelen ser ofensivos, que siempre busca abrir la cancha, pero no se puede afirmar que sus equipos llenan los ojos de buen juego. Quizás, la Selección olímpica cumplió con este requisito, tradicional en el fútbol vernáculo, pero el poco fuste de los rivales (sólo Italia fue oposición) hace que todo sea relativo, por más que este logro dorado sea el único bastión con el que los bielsistas intenten justificar su paso por la celeste y blanca como exitoso, hecho que no resiste mucho análisis.

Es decir, futbolísticamente, la corriente bielsista no tiene justificación alguna. Es que el Menottismo se sabe que es el gusto por el fútbol bien jugado, a pesar que en la Argentina se jugaba bien mucho antes que naciera Menotti, pero el Flaco encolumna a los bohemios de este deporte. El Bilardismo se sabe que es el tacticismo rígido, la pelota parada, la marca personal y el bidón, que posee como seguidores a la mayoría de los oportunistas y acomodaticios. Ambos, a su manera conquistaron los dos únicos mundiales para Argentina y por eso crearon escuelas. Los dos (sobre todo Menotti) pasaron y fueron tentados por clubes europeos, mientras que a Bielsa en su reclusión entrerriana sólo le llegaron sondeos vía mail de San Lorenzo e Independiente y recaló en Chile, una selección de segundo orden continental.

Ahora, el bielsismo ¿Qué es? Las principales virtudes que esgrimen sus adoradores son la honestidad y rectitud. De esto no caben dudas, aunque no deberían ser cualidades para destacar, sino obligaciones para alguien que ocupa un puesto donde a su cargo está el destino de varios futbolistas. Además, el no conceder entrevistas no tendría que ser algo destacable para un periodista.

Sin embargo, los bielsistas se empecinan en defender y realzar a alguien que fue partícipe directo de la frustración más grande de la Argentina en un Mundial (el 2002 superó claramente a Suecia 58) y que donde va muestra enfrentamientos con la prensa. Un tipo que suele tener gesto adusto en una cancha de fútbol, lugar donde deberían prevalecer las sonrisas. En definitiva un intento de escuela en la que no sabe que se estudia. De todos modos, los bielsistas son gente recuperable y todavía están a tiempo de avivarse.


(*) El autor es periodista.
Sergio Barbui
Nació el 28 de junio de 1979, en Buenos Aires. Se recibió de periodista en Deportea y comenzó a trabajar como productor periodístico en Planeta Sport, un programa que se emitió por Canal 13. Después ingresó a Clarín y colaboró en la edición de los libros “Gloria Puma”, “El Fenómeno TC”, “Glorioso Newell´s” e “Independiente 100 años”. Luego se integró a tycsports.com, donde se desempeña como redactor. Además, cubre rugby para ESPN.

Mariano Zabaleta - Dicotomías

martes, 17 de junio de 2008



(*) Por Mariano Zabaleta

La pregunta que organizó el texto que hoy presento pareciera ser aún más antigua que aquella que motiva discusiones filosóficas sobre la precedencia del huevo o la gallina. Esa pregunta circula en la reflexión de muchos periodistas pero, aún más, en la cabeza de la mayoría de los deportistas: el crítico vs. el jugador; el “observador” frente al “actor”.

Escuchar al ciudadano cotidiano criticar a un director técnico, futbolista, tenista, o el deporte que estuviere de turno, despierta simpatía, discusión. ¿Qué sucede con eso cuando lo amplificamos en los medios de comunicación? El taxista, el tío, el compañero de trabajo que opina sobre deporte posee un discurso fragmentado, subjetivo, con un auditorio acotado. El periodista que asume el rol de observar y comunicar debería caer en la cuenta de esa misma fragmentación: estamos mostrando solo una porción de la realidad, que, por el poder del medio que nos contiene, forma opiniones, catapulta o manda bajo la alfombra carreras completas.

Hacer un giro y trasladar la reflexión hacia el periodismo no es limitarlo, ni censurarlo, sino, pues, es interrogarlo, pensarlo, sacudirlo un poco para decantarle sus propias miserias o mezquindades. Tal vez, la meditación sobre lo que se dice, lo que se comunica, logre, de una vez por todas, hacer del periodismo algo en sí mismo y no un parásito que vive del que “actúa”.

Mariano Zabaleta, tenista de renombre e historial, justamente desde el otro lado, tomó este cúmulo de cuestionamientos, pensó la dicotomía “periodismo vs. jugadores” y desplegó, para responderla, su anecdotario personal:

Tuve la posibilidad de desempeñarme profesionalmente en un deporte tan lindo como es el tenis, que me llevó competir con los mejores jugadores el mundo.

Desde este lugar, el de la ‘experiencia’, intento hacer una reflexión acerca del periodismo, sobre cómo se refiere cuando hablan de los tenistas, sobre su desempeño. Por lo menos puedo hablar desde mi naturaleza, mi lugar, desde ‘adentro’ y por todo lo que, durante estos años, he escuchado, visto y leído. Hay periodistas que saben mucho más que otros, o puedo notar que están mejor capacitados o tuvieron la posibilidad de ‘ver’ más; también los hay deportistas y otros que nunca jugaron algún deporte...

Cada uno de ellos, con menor o mayor contacto con el ‘hacer deporte’, tiene que informar de lo que esta viendo y opinar con lo que piensa. Sin embargo, en este país, la mayoría opina ligeramente para mi gusto. Me cuesta mucho escuchar cuando un periodista de tenis está hablando con tanta seguridad y tanta soberbia, sin lugar a la duda, cuando, del otro lado, está el deportista al que le pesa una historia de sacrificios y, como en mi caso, una historia de juego desde los 12 años, rompiéndome el culo. Sé que es una tarea difícil estar del otro lado, contar lo que se está viendo. Pero al mismo tiempo estoy yo, estamos nosotros ejerciendo, que miramos desde otro ángulo lo que se dice. Escuchar el comentario ‘fácil’ y poco responsable, muchas veces erróneo y en algunos casos, falsos, cayendo en la cuenta que está tan equivocado en todo, lástima, desalienta, hace que me interrogue el por qué esto se cuenta tan alejado de la verdad, por qué es necesario mentirle a la gente. Muchas veces resulta algo difícil de soportar.

Tal vez, que el periodista le dé ‘duro’ a algún deportista porque se desempeñó mal, está bien, supongo que es parte del juego, es parte de todo: unos juegan y ellos opinan, es su trabajo. Del otro lado están los nervios, el entrar a la cancha, correr, saber que tenés que desenvolverte bien porque hay público que así lo espera, a la vez satisfacerse a sí mismo con su propio juego... todo eso está de fondo y presente cada vez que se sale a la cancha. Y ese todo, a veces, queda simplificado en el discurso de algún comunicador facilista que lo resume en una mala acción, alguna mala racha, algún error inevitable. Si jugás mal, el periodista de experiencia reflexiona, lo ve en conjunto, pero el mediocre hasta puede tomárselo como algo personal, increpando a jugador, demostrando su superioridad por tener tiempo y aire. Eso es lo lamentable.

Un caso reciente, por ejemplo, es el de David Nalbandian. El muchacho se encuentra en el puesto número 8 del mundo, viniendo de un puesto 3 en el que estuvo un tiempo; ganó mucho y, personalmente, considero que es un genio jugando al tenis. Pero, hay que escuchar a mucha parte del periodismo que dice: ‘David no tiene ganas de ser número uno, a David no le importa nada, vive de joda, no le importa el tenis porque se va a un rally’. Eso no es critica deportiva, profesionalismo, quién sabe qué es... Es pasar por sobre el cansancio del jugador, entrometerse en su vida privada, en sus elecciones privadas.

Por otro lado, estuvo la experiencia en la Copa Davis de Málaga en el año 2003, donde participó el equipo compuesto por Gastón Gaudio, Agustín Calleri, Lucas Arnold y yo. Argentina tenía un gran problema: jugar una semifinal en España con dos titulares fijos lesionados (Coria y Nalbandian), contra un gran equipo y con un estadio lleno en contra... Por los problemas físicos de nuestros compañeros nos tocó ir a nosotros y Argentina jugó con lo que tenía y como pudo. Tras algunas derrotas nuestras, toda la presión y el punto decisivo quedó sobre los hombros de Gaudio, que, lamentablemente, no pudo obtenerlo. Ese momento fue una de las peores vivencias que tuve con el periodismo: sin tener en cuenta las victorias previas, Gaudio fue defenestrado con mentiras, mientras todos nosotros estábamos en ese vestuario procesando el haber perdido en una instancia tan importante, luego de haber estado tan cerca.

Lo más paradójico de todo esto fue lo que sucedió luego: Gaudio gana, ese año, Roland Garros, el torneo más difícil de ganar en la historia de los tenistas. Los mismos periodistas que habíamos escuchado que descuartizaban la figura de Gaudio, alababan su persona, tratándolo de genio y que ‘siempre habían pensado que podía levantarse así...’ Sin palabras.

Desde una experiencia aún más personal, puedo recordar aquella vez que jugué con Marat Safin. Me encontraba en uno de mis mejores momentos y mi contrincante era aún joven. Entre a la cancha y, literalmente, no vi la pelota, me mato a pelotazos. Cuando volví a la Argentina tenía el video del partido y lo mire porque dentro de la cancha me había parecido increíble como había jugado el tipo. En ese momento, escucho que el comentarista se quejaba de cómo yo iba a perder con Safin, ya que no jugaba bien, que no tenía cabeza para jugar en profesionales... Luego con el tiempo se demostraría que el ruso es uno de los mejores jugadores de la historia del tenis.

Tengo la sensación que hay periodistas que tienen ganas de hacer daño a los deportistas, como si todo este asunto fuera algo “personal”. Hay algunos que solo se ocupan de hablar mal de los jugadores cuando se desempeñan mal, con lo difícil que es hacer cualquier deporte a nivel profesional. El jugador es un ser humano, no una máquina detrás de una pelota. Con él se arrastra, a la cancha, todo lo que su humanidad implica: su vida, sus problemas, su idiosincrasia entera. He visto a colegas salir a la cancha con dificultades extremas y problemas de gravedad, jugar y hacer lo que se puede. Después de eso, es difícil escuchar con qué facilidad se opina de lo que no se sabe.

Muchas veces la crítica salió a defender al jugador: de ello es testigo Gaudio. Era de conocimiento público que Gastón estaba pasando un mal momento. Con él, actuaron noblemente y eso no se puede negar. Primó la persona por sobre el jugador. Lo lamentable es que estas situaciones son las menos frente a las otras.

El exitismo en el periodismo hace estragos. Eso queda en evidencia y Roland Garros o la Davis son ejemplos de ello. El juego queda medido solamente por el éxito y la comparación; los años de historia que los tenistas argentinos tienen en este certamen quedan empañados por no obtener la copa. Se debería ser mas flexible a la hora de hablar y analizar el por qué no se llega a las circunstancias finales, pensarlo más humanamente para construir el deporte desde otro lugar, en lugar de destruirlo.

(*) El autor es tenista profesional.

Jorge Viale - Mayo del 68 en Roland Garros

martes, 10 de junio de 2008


(*) Por Jorge Viale

Los aeropuertos de París no funcionaban… Bruselas era la única alternativa válida para llegar a París… Los tenistas que se anotaron para participar en mayo del 68 de la 40ª edición del Abierto de Francia en el Stade Roland Garros arribaban a la capital en un momento particular en la Historia misma, así, en mayúscula: un movimiento estudiantil y sindical reclamaba libertad educativa, sexual, cultural; jaqueaba el liderazgo de Charles de Gaulle, se convertía en objeto político con peso propio y exigía mejoras en las condiciones de vida que permitía la bonanza de posguerra.


La dificultad del traslado tuvo su efecto en el campeonato: en la primera ronda del torneo, varios tenistas ganaron por ausencia de un rival que no pudo llegar a horario. A otra escala, la competencia también vivía un momento especial: comenzaba la Era Abierta del tenis, los profesionales se juntaban con los amateurs. Por ejemplo, un profesor de tenis podía enfrentar en primera ronda a Ion Tiriac, por ejemplo… El torneo ofrecía un premio millonario para la época: 100.000 francos a repartir. Ubicado en el sudoeste de la ciudad, Roland Garros era una isla a orillas de la ciudad convulsionada.


“Mayo del 68, de alguna forma, también contribuyó al éxito de Roland Garros. Muchos estudiantes salían a protestar y, por la tarde, se trasladaban a la zona del bosque (Bois de Boulogne) para seguir los partidos”, cuenta Dominique Bonnot, docente y periodista del diario deportivo francés L’Equipe. Pese a la escasa cobertura periodística por motivos evidentes, alrededor de 120.000 espectadores se acercaron a presenciar el torneo, que tuvo como ganadores a Nancy Richey, amateur, y Ken Rosewall, quien venció a Rod Laver en el choque de profesionales australianos. Las fotografías de la época muestran un estadio más pequeño que el actual, con gente observando la acción incluso desde los techos de las tribunas. Los ganadores recibieron copas pequeñas, poco comparables a los trofeos gigantes que reciben hoy.


El particular momento que vivían los parisinos había obligado a los tenistas a alojarse cerca del club. Rosewall paró en la casa de Philippe Chatrier, ex tenista que da el actual nombre al estadio principal de París. Debido a la huelga del transporte público y la escasez de gasolina por el desabastecimiento, los tenistas llegaban a Roland Garros como podían: en grupo en auto, otros caminando o en bicicleta, como el danés Torben Ulrich, uno de los mejores amigos de Guillermo Vilas, padre de Lars, el baterista de la banda de rock Metallica. A Torben se lo podía ver con el bolso y las raquetas en su espalda, pedaleando la bici alquilada, como cualquier adolescente que va a pelotear al frontón del club.


La situación social provocó una situación curiosa en Roland Garros: el 8 de junio de ese año, mientras el británico Mark Cox y el húngaro Istvan Gulyas jugaban en la cancha central, la mayoría de los espectadores miraba tenis y escuchaba la radio al mismo tiempo: el general Charles de Gaulle ofrecía el discurso en que anunciaba que disolvería la Asamblea Nacional y convocaría a elecciones, en el intento por restablecer el orden.

“No me liberen, yo me encargo de eso”, “No tomen más el ascensor, tomen el poder”, “Sean realistas, pidan lo imposible” eran algunos de los tantos slogans de batalla que mostraban las paredes del Barrio Latino, epicentro de la revuelta. Hoy, los carteles aparecen reproducidos en afiches para turistas en el mismo Quartier Latin y demás barrios de París.


Sentado en una oficina en el norte de la ciudad, el ex tenista, cantante y activista social Yannick Noah reflexiona: “Queda poco del espíritu de Mayo del 68. Mira a quién tenemos en el poder, Sarkozy, que es un desastre. A veces, pienso que los franceses necesitamos el accidente… Le dices a un niño: “Cuidado, vas a quemarte”, se lo repites, e igualmente va y se quema…”.


Campeón de Roland Garros 83, elegido el personaje más popular de Francia según una encuesta realizada a fines de 2007 por el diario Journal du Dimanche, Noah había apoyado a la candidata socialista en las elecciones que consagraron a Sarkozy. El ex tenista no se queda en la crítica: en pocas horas más dará un recital en el Zenith, una especie de Luna Park inmenso ubicado al noreste de París, a beneficio de Enfants de la Terre, una organización que ayuda a niños en situación de emergencia.

(*) El autor es periodista


Jorge Viale

El escritor tiene la autoridad de explayarse sobre el Abierto Francés por dos cuestiones: fue testigo privilegiado de varios certámenes, a través de sus coberturas para el diario Olé y, por otro lado, por ser un amante del deporte blanco. Actualmente, además del diario deportivo, colabora para diversos medios internacionales. Además es el dueño, editor y redactor de fuebuena.com.ar, la página más interesante y confiable del tenis de nuestro país. Lo conozco desde mi paso por Olé, cuando se curtía periodísticamente de la mano del gran Gustavo "Porrón" Goitía. Jorge es buena gente, en un ámbito difícil, parecido al deporte, donde prima el egoísmo y la competencia. Él, sin embargo, siempre estuvo dispuesto a darme una mano. Sin dudas, es de los mejores en el rubro y agradezco sus letras que llegan desde París, donde se encuentra cubriendo el Roland Garros.

Pablo Lanseros - Cuando sólo se trataba de fútbol

martes, 3 de junio de 2008


(*) Por Pablo Lanseros

Todos los botines eran negros. Todos los domingos se almorzaban fideos con tuco. Todos los partidos se jugaban el domingo a las 15.30. Y se escuchaban con los relatos de José María Muñoz o Víctor Hugo Morales (se podía entrar a la cancha con la radio). Todas las camisetas eran Adidas, salvo la de Independiente. Todos quisimos que el tiempo se detenga y se quede para siempre en la maravillosa década del 80 futbolera.
¿Quién no se sintió Diego Armando Maradona cuando pateó “la Tango” por primera vez?¿Quién no se imaginó un durísimo defensor de la Primera B al rechazar de cabeza una Pintier? ¿Quién no fue “pibe cancherito” al calzarse los Fulvencito?¿ Y quién no simuló jugar “a la concentración” enfundados en las míticas Adilets?
Los jugadores eran próceres. Leyendas vivientes. Y los héroes de equipos chicos despertaban mayor admiración. Vidal González de San Martín de Tucumán enmudeció a toda la Bombonera. Raúl Edmundo Wensel hizo lo mismo, pero en el Monumental y con la camiseta de Deportivo Armenio. Gabriel Alejandro Nannini y el Pampa Gambier agigantaban el orgullo calamar de ser de Primera año tras año. Pedro Catalano y el Puma Rodríguez dos baluartes del Español que en los 80 le ganó a todos los grandes.
¡Como se extrañan los campeonatos largos! Nunca más escuchamos decir: “la vigésimo sexta fecha”. Y mucho menos preguntar: “Che, ¿quién queda libre la fecha que viene?”. Siento nostalgia por aquellas Liguillas Pre-Libertadores que siempre tenía partidos los miércoles a la tarde. Y que era por lo único que el viejo nos dejaba faltar a la escuela. Si no se estudiaba, joda. Pero para ir a la cancha (con él) el permiso siempre estaba.
La tapa de El Gráfico era tema de debate en el colegio el lunes por la mañana (recién se conocía el domingo por la noche). Ásperas discusiones sobre si la tapa era correcta o incorrecta. No faltaban las conjeturas sobre el marketing empleado por la revista. Y eran los hinchas de Boca y River los que siempre se veían beneficiados.
Retrocedo veinte años y mis dedos se manchan de tinta. El papel es duro, pero la información es deliciosa. La devoro. La leo de la primera página hasta la última. Analizo el resultado moral de todos los partidos desde la A hasta la D. Miro con atención la tabla de primeros y segundos tiempos. También repaso la tabla de local y visitante. La tabla moral, la de las reservas. Los goles de cabeza, de zurda, de derecha, de penal, de tiro libre, los goles en contra, los goles marcados por delanteros, defensores y volantes. Maravilloso. La siento en mis manos. La gloriosa revista SOLO FÚTBOL.
Julio Ricardo, Adrián Paenza, Marcelo Araujo, Fernando Niembro y el glorioso hombre del moñito Dante Zavatarelli conformaban la mesa redonda del inigualable “Todos los Goles” que emitía canal 9. Partidos grabados a una sola cámara y con cientos de impedimentos técnicos. Sin embargo nadie podía irse a dormir sin verlo. Los partidos provenientes del interior tenían siempre dos inscripciones en la pantalla. La primera “Vía Coaxil” y la segunda “Fallas de Origen”. Era un clásico. Y siempre con el comentario de los periodistas en el piso. En vivo. Inigualable. Pero lo mejor de ese programa no eran los goles. No eran los periodistas. No era el sorteo de la camiseta de tu equipo favorito. Eran las caricaturas de Luis Ordóñez, que en las dos horas que duraba el programa retrataba a la figura de la fecha. Recuerdo la caricatura de Rubén Darío Insúa y me emociono.
Pero “Todos los Goles” llegó a su fin. Y nació “Fútbol de Primera”. Muy distinto al actual. Un sobrio Mauro Viale relataba formidablemente el partido más importante de la fecha. “Va, va, Medina que le peeegaaaaaaa”, solía decir ante los furiosos remates del Mencho (casi siempre a la tribuna). El campo de juego estaba cubierto por Horacio de Bonis, encargado de hacer la pregunta que todos soñamos hacer con un micrófono: “¿Quién mueve?” Las respuestas las tengo grabadas. Eran: “Muevo yo Mauro, Comas”, “Muevo yo Mauro, Centurión”, “Muevo yo Mauro, Perazzo”, “Muevo yo Mauro, Walter Fernández” y “Muevo yo Mauro, Franco Navarro”. Ni hace falta que aclare los equipos.
La magia de esos años no volverá. Eso es seguro. Nada nos emocionará como nos emocionábamos en esos tiempos. Nada será tan maravilloso y nada nos conmoverá de la misma manera. Pasaron veinte años. Nosotros no somos los mismos. El fútbol no es el mismo.

(*) El autor es periodista.

Pablo Lanseros

Es un placer charlar con Pablo de fútbol. Pasa por detrás mío en el trabajo y siempre tira un comentario que se convierte en una discusión, en un recuerdo, una polémica. Un tipo simpático, agradable y amante del fútbol y de su querido San Lorenzo de Almagro. Productor periodistico. Actualmente es el productor ejecutivo del noticiero Prime Time de C5N. Trabajó en Todo Noticias, Canal 13 y Radio El Mundo. Es docente de la escuela de periodismo deportivo DeporTEA. Hincha y socio del Ciclón. Una columna entrañable y llena de memoria que gratifica a todos los que vivimos esa época donde, cómo explica el título, sólo se trataba de analizar el deporte.