Por Julio Boccalatte (*)
No leo diarios. Podría decir, al estilo Groucho Marx, “nunca leería un diario de cuyo staff yo formo parte”, pero sería una verdad circunscripta: no sólo no leo Clarín, el diario (la empresa) para el que trabajo, sino que tampoco leo los demás. Si en el ejercicio de la profesión de periodista esto comprendería un pecado inadmisible, o un obstáculo manifiesto e insalvable para su desarrollo, llegué al punto que lo considero exactamente lo contrario: es más informativo no leerlos (más allá del recorrido de sus títulos por internet para medianamente saber qué esta pasando, aunque a veces no saben resolver siquiera el “qué”), que leerlos todos, incorporar sus diferentes perspectivas. Por un lado, y según bien posteó Mariano Suárez en el debut del blog, están los intereses de las empresas, de cuya existencia hay certezas cada vez más aberrantes, más abiertas, más impunes; y hay también versiones, algunas verdaderas y otras tal vez no, pero todas, siempre, verosímiles: esto es, el periodismo ha sumado razones abundantes para merecer el mismo escepticismo que generan las instituciones argentinas. Si algunos medios conservan por caso la capacidad de instalar agenda o de voltear ministros no ha de ser por su transparencia, o por su papel de detective fiel a la verdad y la justicia que tiene por definición el periodismo, sino, generalmente, por el poder económico que constituyen. Pero, por otro lado, también existe otra carencia: la de los buenos periodistas. A los que, para colmo y salvo algunas rarísimas excepciones, los niveles de indolencia instalados en las distintas redacciones los adormecen (lo mismo que nos disimulan a los malos, claramente mayoría). Esta falta de rigor informativo y de análisis, este desinterés por el crecimiento intelectual, esta comodidad de evitar la autocrítica; y al mismo tiempo, en términos corporativos, la fragmentación y ausencia de solidaridad (en definitiva los propios gestos de la sociedad); no sólo amplían el margen de las empresas para jerarquizar al obsecuente y al utilitario antes que al eficaz, sino que desembocan en la precarización cultural y laboral, en la ignorancia, otra vez en la indolencia (círculo vicioso). De nuevo Suárez: al margen están los blogs. Y los otros espacios que abra la creatividad. Las empresas, ya sabemos, tienen sus principios. Y si no nos gustan tienen otros.
(*) El autor es periodista.
Julio Boccalatte
El Chopo, como mejor le sienta que lo llamen, es sin dudas uno de los mejores periodistas que tiene el país. Postergado como tantos por ser, como el nombre del blog los reconoce, “de los buenos” tipos, que no cierran la boca ante una injusticia, que confrontan a la maquinaria a favor de los compañeros; en resumen, que dignifican la profesión. Tuve el enorme gusto de compartir trabajo con él en el diario “Olé”, lugar de donde seguramente habrá sacado mucha letra para esta gran columna que nos regaló. Fue editor de la Agencia de Noticias Télam, pasó por el Gráfico y actualmente trabaja en los Zonales del diario “Clarín”. Además, junto con su “hermano” Marcos González Cezer, es dueño de la Editorial Al Arco, otro lugar para las almas de periodistas desencantados con la actualidad de la profesión. Además, fue editor de La Legión Habla, el mejor libro de la historia del tenis. Abrazo y gracias.
Julio Boccalatte - La jerarquización de la obsecuencia
miércoles, 2 de abril de 2008
Publicado por Nacho Uzquiza en 15:04
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