Andy Warhol dijo, ya hace un par de décadas, que todas las personas tendrían en el futuro, al menos, 15 minutos de fama. Hoy, muchos creen ver esa profecía cumplida y estiman que hubo una suerte de “masificación” de la cultura. La afirmación se realiza, por una lado, desde los avances de Internet, y por otro, desde la “televisión realidad”. Sin embargo, la mayoría de de estos planteos se da vuelta en un parpadeo a la hora de hablar de los contenidos que producen ambos elementos. Aquí se puede escuchar opiniones y análisis que van desde la “TV Basura” hasta la consigna: “se reproduce aquello que la sociedad es”, que podríamos definir como la teoría del espejo.
Por supuesto, presenciamos un grueso error, derivado en parte, del colosal equívoco que significaría creer que hoy todos podemos ser artistas (o tenemos las mismas oportunidades de serlo). A su vez, el mismo equivoco se cometería en caso de creer que las masas cuentan con recursos para acceder a la cultura y sus distintas mercancías.
En primer lugar, la dominación de la burguesía, grosso modo, continúa, por tanto, el arte sigue orientado en un sentido capitalista. Este hecho por sí solo, engendra un proceso de descomposición, dado que la cultura se encuentra trabada/estancada en su desarrollo producto de las condiciones sociales en las cuales se organiza la sociedad. Es decir, a partir del límite concreto –o mejor dicho del agotamiento- que significa la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas con un sistema de producción regido por intereses privados.
Es por esto que en los medios de comunicación, por ejemplo, no vemos la elaboración y sensibilidad de las masas, sino que por el contrario, asistimos a ser espectadores de las miserias del sistema, ahora recicladas en entretenimiento (y podría decirse, en asimilación). Basta ver programas como “Policías en Acción”, que con una imagen, hablan más que mil palabras.
Asimismo, en lo que respecta a Internet, es verdad que la Red amplía, parcialmente, la producción y difusión de contenidos. No obstante, no hay que dejarse llevar por la impresión. El porcentaje de la población que tiene acceso a Internet es reducida, bastante, en relación a las masas, y aún más, a lo que atañe a la utilización de las herramientas digitales. De todas maneras, nadie niega la utilidad de tal recurso, pero deben señalarse sus limitaciones, enmarcadas en el cuadro de conjunto.
El dominio empresarial de la cultura (incluida Internet) y su tendencia a la concentración, llevan a las expresiones sociales a la descomposición, producto de la mercantilización y utilización del arte con fines privados, así como a la completa alienación de los problemas cotidianos de las personas.
Dicho esto, podemos decir que en algún punto (lamentablemente) Warhol tuvo razón, en la medida en que sus palabras no iban dirigidas a socializar el arte. Warhol, como es sabido, es un artista que plegó sus intereses al capital y se convirtió en un defensor a ultranza del mismo. Por eso, él simplemente predijo la generalización de una práctica de la cual el fue un precursor: utilizar a la gente y, una vez que cumplieron sus “fines” o, se extinguieron hasta el agotamiento, seguir con la próxima víctima.
Una salida de los trabajadores a esta farsa, sigue planteada.
Por supuesto, presenciamos un grueso error, derivado en parte, del colosal equívoco que significaría creer que hoy todos podemos ser artistas (o tenemos las mismas oportunidades de serlo). A su vez, el mismo equivoco se cometería en caso de creer que las masas cuentan con recursos para acceder a la cultura y sus distintas mercancías.
En primer lugar, la dominación de la burguesía, grosso modo, continúa, por tanto, el arte sigue orientado en un sentido capitalista. Este hecho por sí solo, engendra un proceso de descomposición, dado que la cultura se encuentra trabada/estancada en su desarrollo producto de las condiciones sociales en las cuales se organiza la sociedad. Es decir, a partir del límite concreto –o mejor dicho del agotamiento- que significa la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas con un sistema de producción regido por intereses privados.
Es por esto que en los medios de comunicación, por ejemplo, no vemos la elaboración y sensibilidad de las masas, sino que por el contrario, asistimos a ser espectadores de las miserias del sistema, ahora recicladas en entretenimiento (y podría decirse, en asimilación). Basta ver programas como “Policías en Acción”, que con una imagen, hablan más que mil palabras.
Asimismo, en lo que respecta a Internet, es verdad que la Red amplía, parcialmente, la producción y difusión de contenidos. No obstante, no hay que dejarse llevar por la impresión. El porcentaje de la población que tiene acceso a Internet es reducida, bastante, en relación a las masas, y aún más, a lo que atañe a la utilización de las herramientas digitales. De todas maneras, nadie niega la utilidad de tal recurso, pero deben señalarse sus limitaciones, enmarcadas en el cuadro de conjunto.
El dominio empresarial de la cultura (incluida Internet) y su tendencia a la concentración, llevan a las expresiones sociales a la descomposición, producto de la mercantilización y utilización del arte con fines privados, así como a la completa alienación de los problemas cotidianos de las personas.
Dicho esto, podemos decir que en algún punto (lamentablemente) Warhol tuvo razón, en la medida en que sus palabras no iban dirigidas a socializar el arte. Warhol, como es sabido, es un artista que plegó sus intereses al capital y se convirtió en un defensor a ultranza del mismo. Por eso, él simplemente predijo la generalización de una práctica de la cual el fue un precursor: utilizar a la gente y, una vez que cumplieron sus “fines” o, se extinguieron hasta el agotamiento, seguir con la próxima víctima.
Una salida de los trabajadores a esta farsa, sigue planteada.
(*) Ezequiel Dolber es redactor del sitio infobae.com, lugar que permitió que nos conociéramos. Hoy, Ezequiel transita el mundo del periodismo así como recorre los pasillos de una carrera que le da letra para su profesión: sociología. Se lo lee y se nota: es un muchacho que promete, es una escritura que se presenta como inquieta y audaz. Navegando en las contradicciones, actualmente es redactor de la sección Mundo. Quizá sin saber realmente su vocación, puedo decir que tiene el espíritu y las ganas de un periodista de otra época.