Mariano López Blasco - Radiohead, mucho más que buena música.

jueves, 26 de marzo de 2009


Fue mucho más que un buen concierto ofrecido por una buena banda de rock. También excedió a una cautivante compilación de las pasiones que la música (y el género en particular) puede provocar en su calidad de arte popular. Es que la espera fue larga, muy larga. Lo sabía esa marea humana, ese vos y yo más otros 35 mil bien apretados en el escenario montado en el Club Ciudad de Buenos Aires. A las 21.20 estaba previsto el show de Radiohead, en su primera visita en la Argentina, en una única y anhelada presentación. Y a esa hora, como buenos ingleses, Thom Yorke, los hermanos Jonny y Colin Greenwood, Ed O’Brien y Phil Selway pisaron el escenario, detonando los primeros alaridos. Una genial historia repartida en poco menos de un cuarto de siglo (17 años desde el lanzamiento de su primer sencillo, el himno Creep), siete álbumes de innovadora espectacular reeditada uno detrás del otro y, al fin, varias piezas maestras, para una síntesis en dos horas inolvidables.

Fue larga la espera y quizás haya servido (entre las ansias por verlos in situ y la incertidumbre de un nuevo encuentro en este suelo) para la inevitable exaltación del goce. Fue larga la espera, pero este quinteto formado alguna tarde de 1985 por adolescentes estudiantes del Abingdon School, en Oxford, no eligió cualquier momento para desembarcar en Buenos Aires, sino que lo hizo con el propósito de la presentación de un gran disco. Se trata de In Rainbows, editado en noviembre de 2007 bajo una modalidad inédita: la banda lo difundió a través de su sitio web en forma totalmente independiente y cada usuario tenía en sus manos la decisión de pagar lo que creyera conveniente por obtenerlo, incluso hacerlo gratis.

Y 15 Step, el tema apertura de In Rainbows, fue el elegido para hacer trizas esos años de ansiedad acumulada. La base del sintetizador y el pulso de bombo de Selway, baterista y percusionista, atestiguaron los escozores iniciales de esas almas amuchadas bajo el escenario, tras agotar las entradas con semanas de antelación. La primera gran ovación llegó inmediatamente después, con Airbag (como 15 Step, pero en OK Computer) y ese épico golpe de guitarras distorsionadas en La con una novena agregada, que le pone fin a la introducción y a la canción misma, para luego abrirle paso a la genial There There, primer corte de difusión del álbum Hail to the Thief , con los guitarristas (entre otros instrumentos que saben dominar, vale aclararlo) Jonny Greenwood y O’Brien colaborando con Selway en los tambores y ese inquietante riff ejecutado en las seis cuerdas de Yorke. Con la voz y el alma del quinteto británico cantando “somos accidentes esperando suceder”, There There (de mis preferidas, si se me permite) estimuló los primeros saltos de un público ávido de rock, dignos de los grandes conciertos de estadios.

Posteriormente fue el turno de All I Need y sus logrados arreglos de cuerdas, una de las grandes piezas de In Rainbows. Luego, el primer guiño dance de la mano de Kid A (tema que da el nombre del disco editado en 2000, experimental, con fuertes matices de música electrónica, jazz y música clásica) y, al toque, el primer gran himno popular de la noche: Karma Police, uno de los hits de OK Computer.

Si en algún momento de la noche lo perdió, el protagonismo de Yorke y sus cautivantes falsettos se vieron restaurados con Nude y Weird Fishes/Arpeggi, el mayor esplendor del cantante en In Rainbows. Enseguida, The National Anthem, incluido en Kid A, hipnótico y nada menos parecido a un himno nacional en su musicalidad, para luego romper los esquemas con The Gloaming, casi un mini set de música electrónica que la banda editó en Hail to the Thief.

Acto seguido, el público vibró con No Surprises, -la gran balada de OK Computer- y uno de los grandes momentos de la noche quedó inmortalizado con la secuencia conformada por la transgresora Pyramid Song -único tema del álbum Amnesiac que el grupo eligió para el concierto-, con sus inquietantes líneas de piano y sus lograda secuencia de compases que invitan a perderse en ella; Street Spirit (fade out) y el fantástico arpegio de la guitarra de O’Brien, un himno del aclamado álbum The Bends, con el cual, en 1995, el grupo fue ovacionado por la crítica; y la extraordinaria Jigsaw Falling Into Place, de In Rainbows, nueva y –también- con inevitable destino de himno para sus seguidores.

Luego llegó Idioteque, otro celebrado dance de Kid A, con sus destacados samples y la vocalización casi neurótica de Yorke. Fue el tema que antecedió a Bodysnatchers, del nuevo álbum y, otra vez, los guitarritas hundiendo el pedal de distorsión. Hasta que Yorke encontró el momento propicio para que exhibir su espanglish y su sensibilidad social. How to Disappear Completely, editado en Kid A, fue su homenaje a los desaparecidos por la última dictadura militar, al cumplirse 33 años del inicio de aquel horror. “Sabemos que hoy es un día especial para los argentinos”, se hizo escuchar el cantante en la dedicatoria, con una clara noción de lo sucedido. Fue uno de los picos altos de la noche, de la mano de una de las canciones preferidas por Yorke, con suaves líneas de guitarra acústica y arreglos orquestales. How to Disappear Completely, en efecto, inauguró otra gran secuencia del show al ser sucedido por Videotape (la balada que cierra el nuevo álbum), el esperadísimo Paranoid Android (temón de OK Computer), la sensual y aclamada House of Cards (¿su nuevo gran hit?), que fue seguida por la atrapante Reckoner (también de In Rainbows), antes de provocar otra explosión con la maravillosa atmósfera de guitarras de Planet Telex, otra genialidad de The Bends. ¿El público? Extasiado y agradecido.

Go Slowly, bellísima melodía incluida en In Rainbows II, fue la última de las nuevas. Y al toque, 2+2=5 -de Hail to the Thief-, con su arpegio y disonancias que cautivan, acompañada por su audaz secuencia de compases. Yorke exprime su voz con vitalidad y todo se desenvuelve en un rock ácido con aroma a The Bends. Otra de mis preferidas.

Por si alguien se había quedado con más ganas de mover los hombros, Radiohead regaló Everything in it’s right place, otro encuentro con la música electrónica inmortalizado en Kid A, antes del cierre con Creep (no podía ser de otra manera), un momento que sus fans argentinos venían soñando de antaño.“Good night!”, saludó Yorke, agotado y feliz tras la brillante exposición de esa playlist que el grupo diseñó con maestría. Fueron 26 canciones y muchas más emociones para un rato que no será fácil olvidar.