Mariano Zabaleta - Dicotomías

martes, 17 de junio de 2008



(*) Por Mariano Zabaleta

La pregunta que organizó el texto que hoy presento pareciera ser aún más antigua que aquella que motiva discusiones filosóficas sobre la precedencia del huevo o la gallina. Esa pregunta circula en la reflexión de muchos periodistas pero, aún más, en la cabeza de la mayoría de los deportistas: el crítico vs. el jugador; el “observador” frente al “actor”.

Escuchar al ciudadano cotidiano criticar a un director técnico, futbolista, tenista, o el deporte que estuviere de turno, despierta simpatía, discusión. ¿Qué sucede con eso cuando lo amplificamos en los medios de comunicación? El taxista, el tío, el compañero de trabajo que opina sobre deporte posee un discurso fragmentado, subjetivo, con un auditorio acotado. El periodista que asume el rol de observar y comunicar debería caer en la cuenta de esa misma fragmentación: estamos mostrando solo una porción de la realidad, que, por el poder del medio que nos contiene, forma opiniones, catapulta o manda bajo la alfombra carreras completas.

Hacer un giro y trasladar la reflexión hacia el periodismo no es limitarlo, ni censurarlo, sino, pues, es interrogarlo, pensarlo, sacudirlo un poco para decantarle sus propias miserias o mezquindades. Tal vez, la meditación sobre lo que se dice, lo que se comunica, logre, de una vez por todas, hacer del periodismo algo en sí mismo y no un parásito que vive del que “actúa”.

Mariano Zabaleta, tenista de renombre e historial, justamente desde el otro lado, tomó este cúmulo de cuestionamientos, pensó la dicotomía “periodismo vs. jugadores” y desplegó, para responderla, su anecdotario personal:

Tuve la posibilidad de desempeñarme profesionalmente en un deporte tan lindo como es el tenis, que me llevó competir con los mejores jugadores el mundo.

Desde este lugar, el de la ‘experiencia’, intento hacer una reflexión acerca del periodismo, sobre cómo se refiere cuando hablan de los tenistas, sobre su desempeño. Por lo menos puedo hablar desde mi naturaleza, mi lugar, desde ‘adentro’ y por todo lo que, durante estos años, he escuchado, visto y leído. Hay periodistas que saben mucho más que otros, o puedo notar que están mejor capacitados o tuvieron la posibilidad de ‘ver’ más; también los hay deportistas y otros que nunca jugaron algún deporte...

Cada uno de ellos, con menor o mayor contacto con el ‘hacer deporte’, tiene que informar de lo que esta viendo y opinar con lo que piensa. Sin embargo, en este país, la mayoría opina ligeramente para mi gusto. Me cuesta mucho escuchar cuando un periodista de tenis está hablando con tanta seguridad y tanta soberbia, sin lugar a la duda, cuando, del otro lado, está el deportista al que le pesa una historia de sacrificios y, como en mi caso, una historia de juego desde los 12 años, rompiéndome el culo. Sé que es una tarea difícil estar del otro lado, contar lo que se está viendo. Pero al mismo tiempo estoy yo, estamos nosotros ejerciendo, que miramos desde otro ángulo lo que se dice. Escuchar el comentario ‘fácil’ y poco responsable, muchas veces erróneo y en algunos casos, falsos, cayendo en la cuenta que está tan equivocado en todo, lástima, desalienta, hace que me interrogue el por qué esto se cuenta tan alejado de la verdad, por qué es necesario mentirle a la gente. Muchas veces resulta algo difícil de soportar.

Tal vez, que el periodista le dé ‘duro’ a algún deportista porque se desempeñó mal, está bien, supongo que es parte del juego, es parte de todo: unos juegan y ellos opinan, es su trabajo. Del otro lado están los nervios, el entrar a la cancha, correr, saber que tenés que desenvolverte bien porque hay público que así lo espera, a la vez satisfacerse a sí mismo con su propio juego... todo eso está de fondo y presente cada vez que se sale a la cancha. Y ese todo, a veces, queda simplificado en el discurso de algún comunicador facilista que lo resume en una mala acción, alguna mala racha, algún error inevitable. Si jugás mal, el periodista de experiencia reflexiona, lo ve en conjunto, pero el mediocre hasta puede tomárselo como algo personal, increpando a jugador, demostrando su superioridad por tener tiempo y aire. Eso es lo lamentable.

Un caso reciente, por ejemplo, es el de David Nalbandian. El muchacho se encuentra en el puesto número 8 del mundo, viniendo de un puesto 3 en el que estuvo un tiempo; ganó mucho y, personalmente, considero que es un genio jugando al tenis. Pero, hay que escuchar a mucha parte del periodismo que dice: ‘David no tiene ganas de ser número uno, a David no le importa nada, vive de joda, no le importa el tenis porque se va a un rally’. Eso no es critica deportiva, profesionalismo, quién sabe qué es... Es pasar por sobre el cansancio del jugador, entrometerse en su vida privada, en sus elecciones privadas.

Por otro lado, estuvo la experiencia en la Copa Davis de Málaga en el año 2003, donde participó el equipo compuesto por Gastón Gaudio, Agustín Calleri, Lucas Arnold y yo. Argentina tenía un gran problema: jugar una semifinal en España con dos titulares fijos lesionados (Coria y Nalbandian), contra un gran equipo y con un estadio lleno en contra... Por los problemas físicos de nuestros compañeros nos tocó ir a nosotros y Argentina jugó con lo que tenía y como pudo. Tras algunas derrotas nuestras, toda la presión y el punto decisivo quedó sobre los hombros de Gaudio, que, lamentablemente, no pudo obtenerlo. Ese momento fue una de las peores vivencias que tuve con el periodismo: sin tener en cuenta las victorias previas, Gaudio fue defenestrado con mentiras, mientras todos nosotros estábamos en ese vestuario procesando el haber perdido en una instancia tan importante, luego de haber estado tan cerca.

Lo más paradójico de todo esto fue lo que sucedió luego: Gaudio gana, ese año, Roland Garros, el torneo más difícil de ganar en la historia de los tenistas. Los mismos periodistas que habíamos escuchado que descuartizaban la figura de Gaudio, alababan su persona, tratándolo de genio y que ‘siempre habían pensado que podía levantarse así...’ Sin palabras.

Desde una experiencia aún más personal, puedo recordar aquella vez que jugué con Marat Safin. Me encontraba en uno de mis mejores momentos y mi contrincante era aún joven. Entre a la cancha y, literalmente, no vi la pelota, me mato a pelotazos. Cuando volví a la Argentina tenía el video del partido y lo mire porque dentro de la cancha me había parecido increíble como había jugado el tipo. En ese momento, escucho que el comentarista se quejaba de cómo yo iba a perder con Safin, ya que no jugaba bien, que no tenía cabeza para jugar en profesionales... Luego con el tiempo se demostraría que el ruso es uno de los mejores jugadores de la historia del tenis.

Tengo la sensación que hay periodistas que tienen ganas de hacer daño a los deportistas, como si todo este asunto fuera algo “personal”. Hay algunos que solo se ocupan de hablar mal de los jugadores cuando se desempeñan mal, con lo difícil que es hacer cualquier deporte a nivel profesional. El jugador es un ser humano, no una máquina detrás de una pelota. Con él se arrastra, a la cancha, todo lo que su humanidad implica: su vida, sus problemas, su idiosincrasia entera. He visto a colegas salir a la cancha con dificultades extremas y problemas de gravedad, jugar y hacer lo que se puede. Después de eso, es difícil escuchar con qué facilidad se opina de lo que no se sabe.

Muchas veces la crítica salió a defender al jugador: de ello es testigo Gaudio. Era de conocimiento público que Gastón estaba pasando un mal momento. Con él, actuaron noblemente y eso no se puede negar. Primó la persona por sobre el jugador. Lo lamentable es que estas situaciones son las menos frente a las otras.

El exitismo en el periodismo hace estragos. Eso queda en evidencia y Roland Garros o la Davis son ejemplos de ello. El juego queda medido solamente por el éxito y la comparación; los años de historia que los tenistas argentinos tienen en este certamen quedan empañados por no obtener la copa. Se debería ser mas flexible a la hora de hablar y analizar el por qué no se llega a las circunstancias finales, pensarlo más humanamente para construir el deporte desde otro lugar, en lugar de destruirlo.

(*) El autor es tenista profesional.